Algunas consideraciones de Justo Serna sobre la novela
"La novela ha de ser el relato de una experiencia que nos narran y que, pese a lo que pueda parecer, sí que nos concierne, nos interesa y nos conmueve, un relato que condensa preguntas e incertidumbres humanas, algunas locales o circunstanciales y otras eternas y nunca resueltas, preguntas e incertidumbres que semejantes a las de cada uno, a las de una vasta comunidad de lectores presentes y futuros.
Desde ese punto de vista, los autores operan como moralistas, como psicólogos, como sociólogos, como historiadores; esto es, se manejan con una multitud de conocimientos que les permiten edificar ese mundo de palabras, que les permiten dar consistencia y verosimilitud a algo que no existe. Levantan un mundo posible, un mundo no realizado en el exterior, pero autosuficiente e internamente coherente, con sus materiales bien dispuestos, del que se dicen algunas cosas y otras no, pero en el que los espacios vacíos son o forman parte implícita de esa realidad y con los que se las verán los lectores rellenándolos con su experiencia, con su enciclopedia.
Al leer novelas, avatares narrados, vicisitudes de otros, ampliamos la experiencia y agrandamos nuestra imaginación moral. Reparemos en esto último, en la imaginación moral. La llamo moral a esta capacidad porque nos permite evaluar los actos, discernir lo bueno de lo malo, lo que nos eleva y mejora de lo que nos empeora o daña.
Las novelas son así escuela de virtud e ilustración del vicio, un repertorio de ejemplos entreverados de bondad y maldad. Con ellas podemos frecuentar otras vidas. Pero a esa cualidad lectora la llamo imaginación, no porque sea ficticia, sino porque nos exige un esfuerzo intelectivo: nos obliga a salir de nosotros mismos, nos desfamiliariza, nos produce extrañamiento cognitivo.
Como si de un trance onírico se tratara, nos disponemos a entrar en la existencia de sujetos a los que no conocemos. ¿Para qué? Para comprender e interpretar unas intenciones y unas motivaciones, para averiguar la índole de unos principios y valores que tal vez nos desmientan, que tal vez difieran de los que honramos en nuestra vida personal, en nuestra vida de vigilia.
... tomarse en serio una novela no es rastrear los materiales de que está hecha, no es documentar el referente en el que se inspiró el narrador, sino completar una interpretación, una inspección atenta e incluso un autoanálisis."
(Extracto del artículo "Las novelas o las vidas")
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